Nuevos mitos que justifican al maltratador


Pensaba que el sentido común era el que imperaba en nuestras sociedades, pero me equivocaba.

El androcentrismo que vive, pervive y se camufla para continuar manteniéndose vuelve a buscar situaciones que le puedan beneficiar, incluso a costa de la vida de muchas mujeres.

Ahora se intenta, por todos los medios, volver a poner en marcha la vieja estrategia de la poca verisimilitud de las palabras de las mujeres y con ella intentar desmontar la realidad que sufren miles de mujeres cada día y que es la de los malostratos continuados.

Con la ayuda de algunos profesionales de diferentes campos que no están de acuerdo con la esencia de la actual legislación, se atreven a cuestionar las palabras de cientos de mujeres e incluso la veracidad de sus denuncias.
Y no hay derecho. No hay derecho que con este camuflaje, de nuevo seamos las mujeres las que tengamos que seguir demostrando que nuestras verdades son tan iguales como las de los hombres.

Hasta tal punto ha llegado el mito de las denuncias falsas por malostratos interpuestas por las mujeres para beneficiarse de los derechos que les otorga la ley, que hace unos meses tuvo que salir el propio Consejo General del Poder Judicial desmintiéndolo.

Y es que no es cierto que las mujeres nos dediquemos a interponer denuncias falsas. Pero el patriarcado sigue sin permitir que la igualdad real se imponga y con ella, el terrorismo machista tienda a desaparecer. Y quizás por ello antes de renunciar a sus privilegios, se empeña de tacharnos de mentirosas a las mujeres.

Mientras la legitimidad de la voz de las mujeres que denuncian situaciones de violencia machista no se reconozca como tal y se tienda a justificar de cualquier modo las actitudes violentas, no estaremos en el camino correcto.

Como sociedad, tendemos a avanzar protegiendo los derechos de las personas más vulnerables y, por eso se legisló hace casi seis años en ese sentido para proteger los intereses de las mujeres víctimas de la violencia de género. Se reconocieron derechos, se estipuló la tutela judicial para la protección de dichos derechos, etc…Pero al parecer el ejercicio de estos derechos e incluso la aplicación de la ley topa frontalmente con sectores reaccionarios que interpretan estos avances sociales como la usurpación de determinados privilegios.

Pero lo más triste de todo esto es cuando te encuentras con que quien tiene que proteger a las víctimas o ha de defenderlas de sus agresores las vuelven a maltratar al poner en cuestión su versión de los hechos acontecidos. Sencillamente no hay derecho.
Es cierto que la ley integral contra la violencia de género nació con una clara voluntad de tranversalizar las acciones para prevenir este tipo de agresiones y por tanto es ambiciosa en cuánto a los objetivos que pretende.

Pero ser ambiciosa no ha de confundirse con ser discriminatoria con respecto a los hombres. Y esto no ocurre. Sencillamente se tipifica como delito algunas actitudes que a lo largo de la historia de justificaban como normales dentro de las relaciones de pareja.
Además al dejar de considerarse un tema doméstico y pasar a ser de carácter público implica a todas las instancias el estado. Y que una de ellas como lo es el Consejo General del Poder Judicial tenga que salir a desmentir el nuevo mito, (El CGPJ combate el mito de las denuncias falsas) da una idea del poder de camuflaje que tiene el sistema androcéntrico en el que vivimos.

Pero tampoco podemos perder de vista que somos muchas las personas, mujeres y hombres, que tenemos claro quienes son las víctimas y quienes los verdugos y por eso continuaremos en el camino de la denuncia pública y el de la solidaridad con las verdaderas víctimas de este tipo de terrorismo.

Teresa Mollá Castells
tmolla@teremolla.net
La Ciudad de las Diosas

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